lunes, 16 de abril de 2012

Purificación Menaya

(Foto cortesía de Depropio)


Revuelto de calendario

Los días se apelotonaban, se perseguían, se amontonaban, se confundían unos con otros. El ocho adelantaba al uno y el veinticinco se hacía el remolón para que el veintiséis le ganara la carrera sin esfuerzo. El miércoles le parecía jueves y el domingo sábado, aunque la fatalidad del lunes siempre se mantenía constante, incluso en aquellas semanas que comenzaban en martes. La cita con el dentista siempre se anticipaba y sin embargo el fin de semana quedaba tan lejos que cuando llegaba era ya tarde para acudir puntual a ver a su novia. El verano se adentraba en el mar hacia una isla paradisíaca que parecía imposible de alcanzar. Cuando por fin tomaba un barco hacia la isla, septiembre abordaba la cubierta, barriéndola con olas de maremoto. El naufragio era inevitable, pero se producía junto al puerto, afortunadamente, y mientras se recuperaba con una copa de ron en la taberna, el viento del malecón se colaba por las rendijas y arrancaba las hojas del calendario. Entonces volvía a ser Semana Santa y el vendaval traía redobles de tambores y máscaras de carnaval. Unas veces parecía que todos los días eran el mismo; otras, resultaban tan irreconocibles y grotescos que hasta los números se deformaban, engordaban y se salían de sus casillas cuadriculadas. La línea del tiempo tan pronto se replegaba sobre sí misma como una cuerda enrollada o se desplegaba obligándole a saltar frenéticamente a la comba para pasar con cada salto a un nuevo año. Pero no, no había año nuevo. El año nacía viejo y sus achaques se acentuaban de día en día, hasta que moría. Todas las noches contemplaba el calendario sin saber qué días habían pasado y cuáles faltaban por llegar. Ayer decidió acabar con todo de una vez: echó a la sartén los días con sus meses y un par de huevos, y cenó revuelto de calendario con ajos tiernos. Curiosamente, anoche durmió de un tirón. Y hoy, nada le repetía. Ni siquiera el sol ha salido por donde acostumbraba. Y la luna no ha querido esconderse. No sabe si es lunes o viernes. Pero en el estómago, siente que el tiempo es suyo.


3 comentarios:

  1. Qué rico ese revuelto de días y meses, habrá que probarlo antes de que el calendario se nos eche encima...

    Felicidades!

    Besos.

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  2. He aquí una de las currantas de este ciberespacio, no pudimos hablar mucho, pero me encantó conocerte, y ya sabes que en la próxima quiero que te lleves de tus libros, para Candela.

    Un abrazo enorme!!

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  3. Me encantó conocerte, Puri.
    Vamos a revolver el calendario para organizar otro encuentro prontito ¿no? :-)

    Un abrazo.

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Y dices...