lunes, 14 de mayo de 2012

Ana Canturiense

(Foto cortesía Depropio)



Las 5 y 42


Se despertó sobresaltado creyendo que se había quedado dormido, miró el  reloj y le reconfortó ver la hora, aún eran las 5 y 42. Sonrío, se acurrucó entre las sábanas, dio media vuelta y se quedó dormido de nuevo.

Empezó a soñar, todo estaba en blanco y negro, caminaba por una calle casi vacía, como de domingo. Se cruzó con un señor con gabardina y sombrero tipo Humphrey Bogart que miraba su reloj de pulsera con unas manecillas de color rojo y que marcaban las 5 y 42. Cruzó en la siguiente esquina para darse de bruces con un reloj de hierro que, con sus manecillas de color verde, daba exactamente las 5 y 42.

Continuó caminando por la siguiente calle a la derecha y apareció una casa de madera en cuya fachada se veía un reloj de cuco que marcaba, con las manecillas de color amarillo, las 5 y 42.
Entró al jardín de la casa, subió las escaleras del porche y se vio dentro subiendo otras escaleras larguísimas que parecían no tener fin, pero que desembocaron en una cama presidida por un enorme reloj de bronce que marcaba las 5 y 42 con sus manecillas moradas. Se tumbó y se quedó dormido.

Se despertó sobresaltado creyendo que se había quedado dormido, miró el reloj y vio que todo estaba en blanco y negro, mientras las manecillas de su reloj marcaban las 5 y 42 en color azul.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Y dices...